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jueves, 3 de julio de 2008

Muertes sin juzgar

Cuando miramos hacia el llamado tercer mundo siempre vemos la barbarie, el hambre, la desolación y lógicamente la muerte. El abandono de la población por parte de esos gobiernos dejando en el mayor de los desamparos a menores que en raras ocasiones ven cumplir su primer año de vida, la falta de ayuda que a veces no llega por el solo hecho de ser espacios aéreos fuertemente custodiados por los gobiernos opresores, todo ello, hace que sean miles de mujeres, niños, ancianos los que mueran a diario, y conseguir así cumplir una estadística de la muerte que ya dejo de ser un vaticinio, es una realidad cruel que parece inevitable e irremediable.

Desde esta parte del mundo ese tipo de cosas las vemos con asombro, casi nos molesta ver esas imágenes escabrosas en las noticias mientras almorzamos o cenamos.

Pero lo curioso de todo esto es que en nuestro país y a otra escala ocurre prácticamente algo muy similar. Más de mil personas mueren al año en accidentes de tráfico, otras miles mueren en hospitales fruto de enfermedades sin curación, otras cientos de personas fallecen víctimas de la violencia callejera, reyertas, etc y últimamente la violencia de género que ha creado su estadística propia y que viene a salir a una diaria.

Estas muertes son iguales que las del tercer mundo, pero con éstas convivimos a diario, no nos impresionan, han pasado a ser parte de la rutina diaria. La sensibilidad hacia nuestros muertos ha mermado, solo nos conmueve lo lejano. Nos conmueve pero no nos incita a ser solidarios y ayudar en lo que podamos.

La concienciación del problema nos dura minutos, desaparece la imagen de la pantalla, y se desvanece la posibilidad de ayuda al prójimo.

Pero al final de cuentas me doy cuenta que ni al vecino de al lado ni al negrito huérfano desnutrido, no volcamos un poco de ayuda, no desplegamos un halo de esperanza a favor de todo esto.

Todas las víctimas tienen un culpable, ¿seremos todos un poco culpables?