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jueves, 15 de mayo de 2008

La sinrazón de unos pocos

Cuando oímos que la banda terrorista conocida por todos ha vuelto a las andadas todos dejamos volar nuestra imaginación y nos situamos en el país vasco, y lo escribo con minúsculas. Ayer 14 de mayo se repitió la proeza de los desalmados aunque esta vez a los malagueños nos toca algo más de cerca.

Un paisano al que ni siquiera su sueldo llegaba para pedir un mísero crédito hipotecario, era víctima de la barbarie que en este país seguimos consintiendo. Este miembro de la benemérita afincado en un barrio humilde y trabajador de Málaga era tocado por la varita mágica de quienes pretenden un país libre e independiente dentro de nuestra nación.

El problema radica en la permisividad, los partidos políticos que como siglas tienen el revolver, la amenaza, el chantaje no deberían poder acudir a las urnas para conseguir legitimidad en los distintos ayuntamientos. Quien vota a estos pistoleros se convierte a su vez en uno de los suyos. No me valen excusas de identidad territorial, ni de derechos a la autodeterminación. Ninguna comunidad autónoma debe valerse de las bombas ni de la sangre ajena para ejercer un derecho constitucional a la autodeterminación. Por eso jueces, políticos y la sociedad en general deberíamos impedir que esta lacra siga pudiendo participar en el juego político.

La amenaza terrorista hoy día está en otros países ligada al radicalismo religioso, y la comunidad internacional afronta este reto negando ayudas a estos países, poniendo cerco a sus exportaciones, al fin y al cabo, intentando negar cualquier indicio de favorecer o ayudar a sus dirigentes. En España ocurre todo lo contrario, a los dueños de las armas se le dan subvenciones estatales para que puedan desarrollar sus campañas electorales, posteriormente los escaños conseguidos disfrutarán de sueldos salidos de las arcas públicas y esto, señores, es inconcebible.

Para colmo de males los llamados cachorros de la kaleborroka, las juventudes abertxales, continúan incendiando autobuses, cajeros automáticos, destrozando mobiliario urbano, y los gobiernos centrales y autonómicos sufragando los gastos de reponer todo lo dañado.

No se aportar una solución a este conflicto, como ciudadano de a pie solo llego a comprender que estos señores no deberían tener ni apoyos políticos, ni ayudas económicas, porque tampoco nuestro paisano fallecido las ha tenido. Un poco de cordura y mano dura necesita imponerse en este país en el que vivimos.