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martes, 3 de junio de 2008

Hipocresía de color

A veces no es fácil comprender las situaciones que viven y atraviesan los miles de inmigrantes que llegan a nuestro país. Llegar a un país donde en la mayoría de las ocasiones el idioma es ya un obstáculo a salvar, recrudece las situaciones que viven en su día a día estas personas. Preguntas tan simples como averiguar donde regularizar sus papeles, cómo alquilar una vivienda, buscar trabajo o hacerles comprender situaciones jurídicas, pueden ser auténticos escollos para unas personas que junto al desconocimiento del castellano permanecen impregnados del miedo a la exclusión social.

Las estadísticas no hablan de que el pueblo español sea xenófobo, pero no me gustan las estadísticas. Hay actitudes xenófobas que quedan enmascaradas por las rutinas diarias. Así no querer alquilar a inmigrantes una vivienda es una actitud xenófoba, y no está nada justificada. El no hacer frente al pago de una renta mensual puede ocurrirle a un propietario español tanto con un inquilino senegalés como con uno cordobés.

No hay que olvidar que esta comunidad inmigrante está dejando en nuestro país una riqueza muy necesaria en momentos de crisis como los actuales. La mayoría de las bolsas de viviendas en alquiler de nuestro país están siendo absorbidas por estos grupos, además en muchos casos suelen regentar negocios de venta de comestibles típicos de otras culturas, esto conlleva una fuerte demanda de alquiler de locales de negocio.

Por tanto, debemos aceptar una realidad, España es un país cuyas fronteras se abrieron hace unos años, y al igual que nuestros abuelos y nuestros padres emigraron a países como Francia o Alemania, donde trabajaron y obtuvieron ingresos para volver a su país de origen con unos ahorros que le permitieron vivir con dignidad, ahora otras personas hacen lo mismo en el nuestro.

Cada una de estas personas no eligen salir de sus países, dejar a sus familias, etc por placer, lo hacen por mera necesidad. Hacia todos ellos habría que desplegar los brazos de la solidaridad y pensar que muchos de ellos viven en nuestro país en condiciones infrahumanas, y eso, sólo lo podemos paliar nosotros. A veces el tercer mundo lo tenemos muy cerca de casa, pasamos a diario delante de ellos, le negamos su condición de ciudadano. Cualquiera de nosotros podemos en un futuro tener la necesidad de salir de nuestro país en busca de lo que no encontramos, en busca simplemente de esperanza.