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sábado, 24 de mayo de 2008

El nuevo panorama

El nuevo panorama económico al que asistimos como invitados de lujo y el horizonte frío y oscuro que casi podemos palpar está dibujando un nuevo paisaje en nuestras ciudades, en nuestras calles.

Parece como si el simple hecho de pasear no pudiésemos costearlo, las aceras ya no están desbordadas en hora punta, en las cafeterías ya no hay empujones para llegar a la barra y tomar un café que nos consuele, las tiendas reciben a los clientes casi por orden alfabético, no hay tumultos. En los supermercados no es necesario reforzar la plantilla de cajeras, con dos basta.

Ya es difícil ver a gente por la calle con ambas manos repletas de bolsas de la compra, ahora se dice que hemos ido a por unas cosillas que faltaban en casa, es la excusa del monedero sin fondos.

Las salas de cine reducen el aforo a unos poco clientes que sin quererlo se han convertido en protagonistas de extraños pases VIP. Las agencias de viajes no logran vender unos destinos inalcanzables, los kilómetros se hacen eternos para los bolsillos.

Los restaurantes de tres tenedores han adquirido una pizarra donde se invita al régimen con menús de siete euros, y ya no se incluye ni el postre ni el pan ni el vino. Las farmacias aglutinan en sus vitrinas cantidades descomunales de los llamados genéricos. El frenadol, la aspirina, etc ahora no son productos de primera necesidad, ahora son prescindibles.

Hasta las gasolineras dejarán de vender hielo y tendremos que recurrir al accesorio olvidado de nuestros frigoríficos que permanecía en el congelador enterrado en carnes y pescados.

La cuestión es que sólo el euríbor dirá hasta donde debemos llegar cambiando nuestros hábitos, nuestras costumbres, y es que hasta las fiestas patronales acabarán sin banda de música, la diana matutina corre su propio peligro de extinción. Y lo que no se, es si los historiadores reflejarán en sus anotaciones el momento que atraviesa Europa, y así hasta los libros de texto cambiarán sus relatos.