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viernes, 9 de mayo de 2008

Málaga, misión imposible


Bajo este título no pretendo anunciaros que en la capital de la Costa del Sol se vaya a producir el rodaje de una de las partes de dicha saga. Quiero referirme a lo caótica que a veces resulta esta ciudad. A pesar de las mejores realizadas en infraestructuras en los últimos 50 años, llegar a Málaga tanto por el Este como por el Oeste puede convertirse en una ardua travesía similar a la que sufrieron los primeros americanos que cruzando tierras pobladas por comanches pretendían llegar hasta el preciado oro.

La autovía del Mediterráneo es un ejemplo de tercer mundismo que sufren miles de conductores a diario. Quince kilómetros puede suponer casi una hora de trayecto. Y todo esto en pleno siglo XXI. Así de lunes a viernes, excepto julio y agosto.

Claro está que junto a la paciencia de esos conductores habría que resaltar el menoscabo en sus bolsillos, si, me refiero a que la aguja del gasoil baja vertiginosamente mientras el precio del barril de crudo sube de forma galopante.

Bueno pues cuando ya hemos conseguido entrar en la ciudad de la doble fila, del caos circulatorio, nos disponemos a llegar hasta nuestro centro de trabajo. Y aquí viene la verdadera proeza a la que se enfrentan a diario miles de malagueños. ¿dónde soltamos el coche? Los parking municipales son como centros de ocio oficiales, y si no, prueben. Verán que el cartelito anuncia en color verde que hay plazas libres, bien, entramos y hacemos el circuito de Mónaco varias veces en busca de esa plaza libre que no encontramos.

No hay que olvidar que el tiempo corre en nuestra contra y a favor del jefe. Pues por fin vemos al final del pasillo una plaza libre...ahhh pero es muy pequeña !! O se nos adelantó otro conductor por solo unos segundos. Desistimos y nos salimos de nuevo a la via pública, tres vueltas a la plaza, dos recorridos a la manzana y al fin un coche con su intermitente nos delata un hueco libre. A veces hay suerte. Aparcamos y cerramos nuestro coche.

¡Oiga! ¡Oiga! Miramos hacia atrás...un señor de raza gitana con chaleco reflectante y con una cojera delatadora nos reclama el impuesto revolucionario que las autoridades locales toleran de forma injustificada. Un euro por una vigilancia inexistente.

Nos marchamos tras pagar pensando que llevamos casi dos horas desde que nos quitamos el pijama, aún no hemos empezado la jornada laboral y cuántas cosas hemos vivido. Así es Málaga.