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martes, 17 de junio de 2008

Las nuevas locuras

Cada día que amanece nos enfrentamos en la prensa con la misma vergonzosa noticia y lo que es peor aún, nos acostamos sabiendo que esa noticia no será la última. Me cuesta analizar los porques de las conductas humanas que en la sociedad actual de ocio y consumo llevan a realizar auténticos abusos de la propia raza humana.

El abuso a menores se esta convirtiendo en la epidemia de la degeneración humana en el siglo XXI. El surgimiento de este dañino brote auspiciado por las nuevas tecnologías debería ser analizado por los sicólogos y no por las fuerzas de seguridad. Los niños, los bebés han venido a este mundo a intentar ser felices, a jugar, a aprender a sonreir. No han venido a ser juguetes en manos de adultos con graves trastornos psíquicos.

No puedo comprender como se puede pretender buscar sexo en un niño con tres años. Con esa edad un niño debe despertar ternura, pero bien entendida, debe inspirar cariño y protección y nunca agresión física o psíquica.

No debemos hablar de locos cuando nos referimos a estos nuevos criminales, ni a personas aisladas socialmente, ni carentes de cultura. Los agresores vienen siendo padres de familia con ordenadas vidas aparentes, profesores de escuela, policías, etc.

No estamos ante personas de las que se pueda decir que desconocen lo que hacen, tienen plena conciencia de ello, y eso es lo que me aterroriza. Si son capaces de llevar a cabo prácticas sexuales con menores, ¿hasta donde pueden llegar llevados por esa locura?

Se habla de hacer públicas las listas de pederastas y me pregunto de qué sirve eso. No hay que aislar a esos individuos de la sociedad, no hay que marginar. Hay que ayudar, curar, desintoxicar sus mentes de ese virus que les impulsa a llevar a cabo conductas con personas equivocadas. Hay que averiguar que parte de su aprendizaje en la vida falló, conocer las causas y buscar soluciones.

Hay que preveer, adelantarse en el tiempo y saber qué personas son proclives a desarrollar este tipo de conductas. Al menos por respeto a unos padres que deben quedarse sin aliento ante estas noticias. Ser padre de un niño que ha sufrido abusos debe provocar sentimientos encontrados. Un padre busca la protección de sus hijos permanentemente, quiere evitar el sufrimiento de los mismos a toda costa. Pero se nos escapa ese espíritu protector cuando ponemos los hijos en manos de una sociedad en la que empiezan a emanar conductas condenables de personas que ni siquiera sabemos quienes son, adonde van y qué pretenden.

Entre todos debemos buscar las causas de todo esto, qué sociedad estamos creando y detener el supuesto desarrollo del primer mundo. El abuso a menores no es desarrollo, es declive, es caos, es degeneración.