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miércoles, 25 de junio de 2008

La aventura de la supervivencia

Cuántas veces nos hemos sentido extraños en una fiesta a la que hemos asistido y no conocíamos a nadie. Nos hemos sentido observados, aislados y hasta fuera de lugar.

En cambio, una fiesta es un lugar de ocio donde cualquiera puede desinhibirse y poder integrarse tras unas copas. El diálogo llegará con el paso de las horas, el acercamiento a los demás será irremediable.

Peor sensación sin duda deben tener y padecer los miles de inmigrantes que llegan a la fiesta de la esperanza sin mas equipaje que unos harapos mojados y malolientes. Llegan a un país en el que son recibidos por las fuerzas de seguridad y los miembros de la Cruz Roja. Un recibimiento que aunque pudiera parecer hospitalario no es más que la antesala de una extradición cercana en el tiempo.

Las ilusiones se ven truncadas, el hilo de optimismo se rompe y la pesadilla de la vuelta comienza a rondar unas mentes cansadas, agotadas.

Duro debe de ser huir del país donde uno nació, donde conoció a su mujer, a su marido, a sus hijos, un país al que uno ama, pero que el hambre le hizo optar por coger la patera de la esperanza.

Situaciones difíciles y crueles que en las costas españolas se viven casi a diario. Con la llegada del buen tiempo las huidas se multiplican. Huidas hacia un laberinto de terror, miedo, oscuridad, frío, nauseas, etc.

En España algunos inmigrantes si se sienten verdaderos extraños, desconocen idioma, costumbres, documentaciones, etc, sobrevivir en la sociedad del desarrollo les transforma en verdaderos héroes de una sociedad en la que el equilibrio económico de los países no es desde luego el deseado.