Cada vez cuesta más trabajo arrancar tras un puente o un simple fin de semana. Y es que como se decía de joven, los lunes deberían ser festivos. Pero claro en ese caso trasladaríamos el problema a los martes.
Y es que incorporarse a trabajar no es lo mismo que incorporarse al ocio. Se le teme, pienso, a la rutina, a volver a realizar tareas de forma automática. Incluso hasta la hora del café es ya una rutina de trabajo. Se descansan 10 minutos pero rodeados de gente del trabajo y además no se deja de hablar de trabajo.
Esta claro que trabajar es necesario en esta vida para afrontar los muchos y variados gastos en los que incurrimos de forma voluntaria y a veces no tan voluntaria.
Si se pudiera calibrar de alguna forma el cansancio de los trabajadores, los empresarios caerían en la cuenta de que no se rinde en el trabajo mas de 4 o 5 horas al día. Pero cualquiera reivindica hoy día con los sindicatos jornadas laborales de treinta horas. Pero es cierto que se mantienen las ocho horas diarias con actividades extralaborales como son el desayuno, la llamada al marido, la gestión administrativa de media hora y cómo no, navegando por la web. Bendito invento el de internet, horas y horas de chateo, de comprobar correos electrónicos....de aminorar al fin y al cabo la jornada laboral.
Por eso, los lunes se pasan mirando al sol, lamentándonos del breve fin de semana y preparándonos emocionalmente para el resto de la semana laboral.
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