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sábado, 10 de mayo de 2008

Añorando el viejo oeste

Estos días nos encontramos en la prensa con la noticia de que los jueces han pactado con los bandoleros del urbanismo marbellí, con los mafiosos de los maletines, y este tipo de pacto me parece un delito de prevaricación por parte de los jueces. ¿ O acaso han preguntado a los pobres ciudadanos si queremos ver en libertad a una serie de millonarios?

El Ministro de Justicia sale a la palestra esta misma semana para decir que en los juzgados no hay colapso sino que se trata de una herencia del franquismo. No hay que extrañarse de estas palabras, ya que, para su superior Pepe Luis “el Zapatero” el país no está en crisis, dice que se trata tan solo de pequeñas convulsiones.

Convulsiones las que tendrá como consecuencia del queso y el jamón D. Julián, el novio de la cantaora que este fin de semana lo pasará en el Rocío. El Juez de Vigilancia Penitenciaria ha considerado que debe irse de romería, para celebrar que medio centenar de sus fechorías las ha permutado por unos cromos.

Tras todo esto me pregunto de que sirven los juzgados, ¿ acaso no deberíamos volver al viejo oeste? Yo lo prefiero, antes los malhechores, los delincuentes, los malvados pistoleros asalta bancos, eran disparados por la espalda o colgados de un árbol, pero imagino que para los ciudadanos de la época debería ser reconfortante pensar que la delincuencia queda erradicada desde que se captura al malhechor.

La figura del sheriff era el inicio y el final de un sistema judicial que aunque arcaico era el más efectivo. Un señor justiciero por ciudad, una sola oficina. Poco personal y poca infraestructura, hoy día las arcas públicas estarían a rebosar con este sistema de ahorro.

Cada juzgado de instrucción puede albergar hoy a mas de 15 personas que acumulan documentos, generan retrasos, pero no juzgan, no eliminan de la calle a ningún delincuente. Se dice que el fin de la cárcel es la reinserción social de los reclusos, aunque ahora lo difícil es entrar en ella. Han surgido los pactos, como si de grupos políticos se tratase.

Los juzgados han pasado a ser supermercados de la libertad. Quizás la solución fuese poner como cajero de los mismos a un John Wayne, otro gallo cantaría.

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