En el transcurrir de nuestras vidas ocurren infinidad de cosas, acontecimientos diversos que se suceden a los que damos mas o menos importancia, vivencias personales de las que sacamos mayor o menor fruto, frustraciones que pretendemos olvidar lo antes posible...y así un sinfín de historias personales que cada uno de nosotros podríamos contar durante horas.
Pero es preciso hacer balance y éste debe ser positivo. Muchos años de vida deben haber dado lugar a momentos dignos de recordar, esos de los que nos sentimos especialmente orgullosos. Entre estos momentos debería estar presente la palabra “solidaridad”, un valor que hoy día no atraviesa su mejor momento.
El ritmo de vida actual, la vorágine de una sociedad que sólo pretende ascender en un escalafón de seudo valores, arrincona del todo cualquier resquicio de nobleza en la raza humana. Y así sorprende que algunos titulares de prensa lo sean por el solo hecho de lanzar a los cuatro vientos actitudes gentiles, gestos solo propios de Navidad....y esto me parece triste. La racionalidad del ser humano debe ponerse en tela de juicio ante la pasividad que mostramos ante problemas como el hambre, el sida, la marginación....
No podemos salir despavoridos ante estas situaciones y pensar que sean los gobiernos y las naciones las que afronten estos retos incómodos.
Lo curioso del tema es que ante reportajes en TV sobre el hambre en Africa, o los refugiados en países del este, todos sentimos lástima, pena, dolor ajeno, pero no reaccionamos, afrontamos esos dramas humanos con la pasividad característica del primer mundo.
Si le diésemos al globo terráqueo la vuelta y Europa estuviese de pronto en el hemisferio sur ¿cómo veríamos la actitud pasiva de los negritos ahora situados en el norte? ¿buscaríamos los porques de nuestra situación en una mala distribución de la riqueza?
Más vale que reconsideremos todos un poco nuestro nivel de solidaridad, además, es gratis, altruista y pienso que hasta reconfortante. Queda abierta la invitación.
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