El curso escolar llega a su fin, para unos motivo de alegría para otros comienza la pesadilla de los suspensos. Aún recuerdo cuando de joven tenía pesadillas con el día de las llegada de las notas. Me adueñaba del buzón para retrasar al máximo la entrega de las mismas a mi padre. Bueno primero a mi madre, luego ella se encargaba de dar el parte de guerra a mi padre. Las madres siempre afrontan la tragedia con otra calma.
El intervalo de tiempo existente entre el último examen y la llegada de las notas era mi verdadero periodo vacacional. Unos diez días donde no había que hacer nada, ni estudiar, ni acostarse temprano....Nunca fui de muchos suspensos pero siempre quedaba alguna para septiembre, era algo que iba conmigo a todos lados.
Esto en mi casa era más trágico si tenemos en cuenta que mi hermana no sólo no suspendía nada sino que además era la destinataria del mayor número de sobresalientes y notables. En cambio yo estaba abonado al suficiente y al bien. No se puede tener todo en esta vida.
Cuando llegaban las notas eran inevitables las comparaciones, creo que de ahí le cogí cierta manía a mi hermana. Ella era perfecta, estudiaba más horas que yo, no veía la televisión, estudiaba de noche, no salía apenas los fines de semana, en fin, una hija perfecta. Sin embargo, gracias a mi, la figura de la oveja negra tiene existencia y sentido hoy día.
Hoy con el paso de los años, apenas me acuerdo de aquellos días que pasaba angustiado sabiendo de antemano que asignatura, bueno, asignaturas, me iban a venir en rojo. Era la cuenta atrás de una ejecución que siempre duraba tres o cuatro días. Mi padre con semblante serio me lo recordaba cada día, luego pasada la tormenta todo volvía a su cauce. El cauce no era otro sino el de volver a tener los libros entre las manos mientras mi hermana llegaba a la playa la primera. Listos y torpes enfrentados e inmersos en un verano donde cualquier cosa apetecía menos ver los apuntes maltrechos de todo un invierno.
En la actualidad, los jóvenes no sufren ni represalias ni castigos ni son obligados a nada. Está mal visto que un padre obligue a un hijo a estudiar e impida que salga y disfrute de amigos y consolas. Son otros tiempos, los tiempos de libertad, de dejadez de las obligaciones con los hijos, hoy se premia al hijo que no estudia. Pero no estoy del todo seguro que esto sea lo mejor, hoy me siento orgulloso de cómo eran los padres de antes y es más, a veces echo de menos su presencia viendo la juventud actual.
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